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Nadie quedó indiferente ante el hipnotizador efecto de la milagrosa fragancia, y todos entraron en un estado de perturbadora -para algunos- atracción corporal que derivó en un masivo acto de encuentro carnal en plena plaza. Ese hipnotizador efecto pareció ocurrir durante esta semana en que por segunda vez la máxima autoridad de la iglesia católica visita nuestro país tras casi 31 años de la venida de Juan Pablo II, en Abril de 1987.
La diferencia entre ambas visitas para muchos es abismante. A simple vista esta suele darse por razones obvias, como el encontrarse a un país distinto, una situación política más favorable, y sobre todo, un país más informado y relacionado de una manera distinta y distante con una de las instituciones más antiguas de la historia de la humanidad.
Sin embargo, pareciera ser que ambos pontífices que pisaron suelo Chileno tuvieron la intención de hablar a un mismo país, uno que a ojos del Vaticano prácticamente no había cambiado, y cuya mayoría absoluta de católicos había permanecido en un estado de eterna latencia, como en una especie de hielo que detuvo todo y esperaba aclamar con cadencioso fervor a su majestad.
Francisco entonces no escatimó en navegar por aguas que esperaba le aseguraran un éxito rotundo. Y es así como se aferró en Santiago a abordar el sentimiento del amor hacia Dios y hacia la patria como unidades indivisibles. En Temuco, una zona donde se esperaba una potente señal de cambio y colaboración para el eterno conflicto que azota a la zona de la Araucanía, no pasó de llamar a la no violencia, y a tratar de resolver los conflictos de forma pacífica, y en Iquique simplemente hacer el galardón de despedida de una tibia visita que dejará recuerdos variopintos en una nación.
Demás está abordar e negligente proceder de incluir al obispo de Osorno Manuel Barros, quien además de haber perdido compostura con una periodista, recibió un curioso espaldarazo del pontífice quien llamó profundamente la atención al señalar que creería en lo ocurrido con Barros si le entregaban una prueba que lo certificara, pero que al mismo tiempo proclama una religión que apela justamente a todo lo contrario, creer sin comprobar.
Dos pontífices, un mismo mensaje, distintas épocas y contextos para las cuales se ofreció más de lo mismo...frases de buena crianza que sumando y restando no contribuyeron a facilitar la resolución de los conflictos de nuestro país, o al menos entregar una posible hoja de ruta para un país que muy probablemente se siga viendo sumergido en el mismo pantano desde el cual, no se ha logrado llegar a umbrales distintos de desarrollo y pensamiento, pues al final de cuentas lo que natura no da, Salamanca no lo presta.
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