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Oda a la estulticia



Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), la palabra estulticia proviene del latín stultitia, que quiere decir necedad, majadería. Por otra parte, dicen que una imagen vale más que mil palabras. Y lo ocurrido el día jueves en la moneda es la mejor prueba de ambas cosas.

Un sonriente y recién renunciado Rodrigo Valdés contrastaba con el incómodo y contraído rictus de la presidente Michelle Bachelet, quien sumó un nuevo récord a su segundo periodo presidencial. Esto, porque Michelle Bachelet se ha convertido en la primer presidente que ha realizado cambios de timón y liderazgo del equipo económico en un gobierno en los últimos 27 años. A la renuncia de su segundo ministro de hacienda, se suma la del sub-secretario de la misma cartera, Alejandro Micco, y la del ministro de economía, Luis Felipe Céspedes, ambos destacados militantes demócrata-cristianos. El origen de toda la escena está, sin embargo, en los fundamentos que sustentan el denominado “relato político” del actual gobierno, relato que, durante los últimos años se ha derrumbado como un castillo de naipes, y cuya reina se aísla cada vez más en los restos que quedan de él.

A la llegada de Michelle Bachelet en 2013, Chile enfrentaba un naciente proceso de polarización política. La sociedad ya se comenzaba a dividir en tres grandes espectros: quienes apostaban por la continuidad del modelo de economía social de mercado sin grandes modificaciones, los que estaban por reformarlo y concretar un razonable proceso de modernización del funcionamiento de la sociedad chilena, y quienes estaban definitivamente por reemplazarlo desde sus cimientos. Política y mediáticamente, Michelle Bachelet parecía pertenecer al segundo grupo; sin embargo, ideológicamente, nunca dejó de pertenecer al tercero. Su sonrisa resplandeciente, además de potenciar su imagen maternal y eclipsar las críticas respecto de su silencio por su gestión en su primera administración, proyectaron el perfil de una líder que, tras los años como Secretaria Ejecutiva de ONU-Mujeres, había logrado consolidar un capital político y de credibilidad que penetró fuertemente en vastos sectores del país. Junto con ello, la inclusión en sus lineamientos de programa de gobierno de una parte importante de las demandas planteadas por los denominados movimientos sociales, no hicieron más que acrecentar ese vínculo de credibilidad entre la entonces “mamá de Chile” y el estado llano.

Todo ello se derrumbó tras la partida de su segundo gobierno, que se propuso implementar un ambicioso plan de reformas en áreas clave para el país. Dichas reformas no eran entendidas en varios aspectos ni siquiera por sus propios autores, y los paradigmas bajo los cuales estas se erigieron llevaron a producir el efecto contrario del que se esperaba. En el caso del Ministerio de Hacienda, el ex ministro Alberto Arenas diseñó una reforma tributaria cuyo propósito era incrementar la recaudación fiscal con carga impositiva a las empresas para  financiar la reforma educacional. Las críticas y solicitudes de mayores tiempos de debate para encausar de mejor forma la discusión de este proyecto no se hicieron esperar. Se advirtieron desde un principio los efectos en la inversión, ahorro y recaudación. El ministro Arenas, en medio de esta discusión, esbozó la siguiente frase: “júzguenme por los resultados.” Hoy, resultados en mano, hemos sido testigos de una histórica caída del ahorro, un gigantesco frenazo de la inversión privada, y de una fuerte caída de la recaudación de impuestos de un 12,4% a un 3,7%.

Con el fin de proyectar una imagen moderada, y de generar confianza en el mundo empresarial, arribó Rodrigo Valdés en reemplazo de Arenas. De entrada el nuevo ministro manifestó su interés por dar urgencia a la simplificación de la reforma, así como también su rechazo a la titularidad sindical y negociación por rama en el caso de la reforma laboral, generando  distanciamiento con el ala izquierda de la Nueva Mayoría. Michelle Bachelet insistió en llevar a cabo el plan de reformas a todo evento, y el hombre de Teatinos 120 comenzó un interminable proceso de disputa con palacio, en su clásica tendencia al pragmatismo y a aportar con un factor moderador al proceso que se llevaba a cabo en Chile. Co-existían a regañadientes, los mundos de la praxis con el de las ideologías. El ministro insistía en cuidar y resguardar el erario nacional, mientras que desde palacio y desde los diversos comités políticos persistía, con majadera insistencia, la idea de aumentar el gasto con presupuestos contra cíclicos, y el aumento de la deuda pública. En paralelo, crecían los índices de desempleo, la inversión privada continuaba descendiendo, y cada vez eran más los chilenos que intentaban armar su vida laboral por cuenta propia, muchos de ellos sin éxito.

El caso Dominga simplemente fue la gota que rebalsó el vaso. Luego que el proyecto minero que aspiraba a invertir dos mil millones de dólares, además de crear 10 mil empleos, superara todos los estándares legales, el comité de ministros dió luz roja, impidiendo su avance para su instalación en la comuna de La Higuera, ubicada 70 kms al norte de La Serena. La molestia del ministro Valdés se reflejó cuando señaló que algunos no consideraban el crecimiento económico del país como una tarea prioritaria. La respuesta no tardó en llegar por parte de la propia presidente, quien señaló que el crecimiento de un país tiene que ir de la mano de la protección del medio ambiente, que ese era justamente un sello de su gobierno; un sello que, sin embargo, se ausentó tras la aprobación de un nuevo relleno sanitario de 45 hectáreas en la comuna de Til Til, con una vida útil de 29 años.


El resultado de lo anterior no se hizo esperar. El equipo económico renunciado, dejó de manifiesto la persistencia de la presidente por continuar, con su círculo de hierro, en la vía de pasar la retroexcavadora y dejar establecidas sus reformas a todo evento, como una especie de estulticia, que básicamente radica en no querer aprender de los errores cometidos e intentar, con una mínima cuota de humildad, rectificar el rumbo. La llegada de Eyzaguirre a Hacienda en reemplazo de Valdés es una prueba de aquello, y en los meses que quedan, sólo resta observar, con desazón, cómo el gobierno apuesta por tirar la casa por la ventana en materia financiera.

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