Los chilenos estamos a poco menos de dos meses de concurrir a las urnas, y en la vía pública no se percibe una efervescencia electoral de gran nivel. Y es que las personas -por buenas razones- han dejado de manifiesto su apatía política -o más bien por los políticos- especialmente en los últimos 5 años, donde la participación en los diferentes comicios ha caído de manera sostenida hasta llegar a un 34% en las municipales de 2016.
Ello sin embargo no ha impedido que los políticos, especialmente quienes aspiran a la primera magistratura de la nación, nos deleiten con un ramillete de máscaras que cada vez que se corren o se caen desnudan su verdadera cara, aún por un breve lapso. Esa cara, una vez caída la máscara, la intentan ocultar con la mayor cantidad de maquillaje posible. Por eso es de vital importancia analizar y aprovechar cada instante o circunstancia en que alguno de ellos enfrenta esta situación, pues esa es su verdadera esencia. Como los candidatos son varios, y a modo de no eternizar este comentario, me detendré en 4 máscaras específicas.
La Intolerancia
La decisión de Beatriz Sánchez de no participar de un programa de conversación dada la presencia del ex ministro del régimen de Augusto Pinochet -Sergio Melnick- en él, dejaron al descubierto su verdadera cara, la de la intolerancia. Cuando una candidata presidencial dice que no le parece correcto que una persona que formó parte de un período de la historia de Chile dados los hechos ocurridos en él forme parte de un panel de conversación, no solamente invalida y menosprecia la postura de un panelista, si no además, deja entrever que no posee la capacidad de sentarse frente a una mesa con quien no comparte su visión de país, y cuando alguien desea gobernar -es decir, ejercer poder político- debe, en primer lugar, tomar conciencia de la importancia que tienen las ideas en el desarrollo de esta actividad, especialmente si hablamos de un país como Chile, definido constitucionalmente como una república democrática. Las ideas no tienen propietarios; por ende, pueden ser defendidas por todo aquel que se identifique con ellas. En atención a ello es que Beatriz Sánchez erró en su decisión, pues sentó un precedente respecto de su cosmovisión de la defensa de las ideas y de la relatividad que la democracia representa para ella y quienes la rodean, especialmente en su caso, que es respaldada por un conglomerado que se adjudica una definición de nueva política, con caras nuevas, sin los vicios de los señores políticos, participativa, ciudadana y diversa. Entonces lo que realmente incomoda a la candidata del Frente Amplio no es que Melnick haya sido ministro de Pinochet, sino las ideas que él posee, y la mejor forma de tratar de invalidarlas es trayendo a colación su pasado, el que además de reforzar los eventuales réditos electorales que le pueda generar, impregna en la población un arbitrario marco de convivencia política que establece restricciones a unos sobre otros respecto de cuanta libertad de expresión poseen sin importar su historia, dejando de manifiesto que no está preparada para entrar en el juego político de la convivencia democrática y, por ende, para gobernar.
La Torpeza
Sebastián Piñera es el caso de aquél que por diferentes caminos conoció la cumbre del éxito -o exitismo- pero que, sin embargo, tiene enormes dificultades para relacionarse de manera inteligente con el quehacer cotidiano del ciudadano de a pie. Cada vez que intenta generar simpatía en la opinión pública, termina por empeorar la situación, tal como ocurrió con la "broma" respecto a hombres y mujeres que realizó en un acto de campaña en Linares, o el desafortunado comentario respecto al desayuno recibido al compararlo con las peripecias vividas por los niños del SENAME. A ello sume la poca capacidad de ordenar a su sector por las negociaciones y cupos parlamentarios. Las caras adustas y refunfuñantes dejaron al descubierto la pelotera de egos que impera en Chile Vamos, cuyo candidato no ha sido capaz de zanjar. Ante un panorama de estas características, no merecen gobernar.
La incompetencia
Por el lado de Alejandro Guillier, nos encontramos con un candidato que al igual que madame Bachelet, recoge toda clase de axiomas y sensibilidades que pululan en el progresismo, a saber: un mundo más igualitario, justo, acogedor, con justicia social y sin discriminación. El problema es que a la hora de concretizar estás buenas intenciones la respuesta es "sepa Moya" . Hace pocos días fijó una meta de un millón de empleos, sin saber cómo iba a lograr dicho cometido, así como tampoco ha contestado a la pregunta de si quiere o no una nueva constitución y de cómo lo pretende hacer. Fuera de todo lo anterior, ha tomado la costumbre de jugar al quita y pon, agregando y eliminando propuestas de su programa como una especie de checklist de cosas que hacer que dista mucho de la seriedad y la altura política que demanda la presidencia de la nación.
La mediocridad
Marco Enríquez-Ominami va por tercera vez. De profesión candidato presidencial, y de oficio orador, el hombre del Chile "de los libres" poco y nada ofrece de manera concreta, excepto una política de impuesto cero a las pymes, que a propósito viene con letra chica, y nada más. Lo demás -como se vió incluso en el debate de la ANP - se trata del resto...de la obra y los tropiezos de Bachelet, de Piñera cada dos líneas y en cada pregunta que le formulan, y porsupuesto todo acompañado de un gran sentido del espectáculo, jugando al rol del dios que interpela y cuestiona a sus pares como los responsables de los problemas que Chile enfrenta hoy cuando el formó parte de ese circulo como diputado, cuyo desempeño, a juicio de la opinión pública hoy no es de los mejores. Así entonces, el hombre auto definido siempre como un rebelde quema sus últimos cartuchos y probablemente lo veremos nuevamente en esta contienda intentando lograr su cometido.
Mientras tanto, las personas ven amenazadas sus libertades individuales, sus posibilidades de surgir cada vez más reducidas, los servicios públicos cada vez más precarizados, las regiones más postergadas, la educación con resultados paupérrimos, los servicios estatales cada vez más deficientes, y sus líderes políticos cada vez más enquistados en la otridad. Frente a esto no queda más que reafirmar la convicción de ser los dueños de nuestro propio proyecto de vida mientras ellos nos hablan de un país de grandes mayorías, acaso el más infantil gesto que manifiestan, como si el carácter de mayoría de una idea la convirtiera automáticamente en la mejor solución a un conflicto cuando la historia ha demostrado justamente lo contrario.
Si algún día usted vuelve a escuchar a un político hablar de mayorías y ciudadanía, no olvide esta hermosa frase de Mark Twain :"cada vez que usted se encuentre del lado de la mayoría, es momento de hacer una pausa y reflexionar."
Ello sin embargo no ha impedido que los políticos, especialmente quienes aspiran a la primera magistratura de la nación, nos deleiten con un ramillete de máscaras que cada vez que se corren o se caen desnudan su verdadera cara, aún por un breve lapso. Esa cara, una vez caída la máscara, la intentan ocultar con la mayor cantidad de maquillaje posible. Por eso es de vital importancia analizar y aprovechar cada instante o circunstancia en que alguno de ellos enfrenta esta situación, pues esa es su verdadera esencia. Como los candidatos son varios, y a modo de no eternizar este comentario, me detendré en 4 máscaras específicas.
La Intolerancia
La decisión de Beatriz Sánchez de no participar de un programa de conversación dada la presencia del ex ministro del régimen de Augusto Pinochet -Sergio Melnick- en él, dejaron al descubierto su verdadera cara, la de la intolerancia. Cuando una candidata presidencial dice que no le parece correcto que una persona que formó parte de un período de la historia de Chile dados los hechos ocurridos en él forme parte de un panel de conversación, no solamente invalida y menosprecia la postura de un panelista, si no además, deja entrever que no posee la capacidad de sentarse frente a una mesa con quien no comparte su visión de país, y cuando alguien desea gobernar -es decir, ejercer poder político- debe, en primer lugar, tomar conciencia de la importancia que tienen las ideas en el desarrollo de esta actividad, especialmente si hablamos de un país como Chile, definido constitucionalmente como una república democrática. Las ideas no tienen propietarios; por ende, pueden ser defendidas por todo aquel que se identifique con ellas. En atención a ello es que Beatriz Sánchez erró en su decisión, pues sentó un precedente respecto de su cosmovisión de la defensa de las ideas y de la relatividad que la democracia representa para ella y quienes la rodean, especialmente en su caso, que es respaldada por un conglomerado que se adjudica una definición de nueva política, con caras nuevas, sin los vicios de los señores políticos, participativa, ciudadana y diversa. Entonces lo que realmente incomoda a la candidata del Frente Amplio no es que Melnick haya sido ministro de Pinochet, sino las ideas que él posee, y la mejor forma de tratar de invalidarlas es trayendo a colación su pasado, el que además de reforzar los eventuales réditos electorales que le pueda generar, impregna en la población un arbitrario marco de convivencia política que establece restricciones a unos sobre otros respecto de cuanta libertad de expresión poseen sin importar su historia, dejando de manifiesto que no está preparada para entrar en el juego político de la convivencia democrática y, por ende, para gobernar.
La Torpeza
Sebastián Piñera es el caso de aquél que por diferentes caminos conoció la cumbre del éxito -o exitismo- pero que, sin embargo, tiene enormes dificultades para relacionarse de manera inteligente con el quehacer cotidiano del ciudadano de a pie. Cada vez que intenta generar simpatía en la opinión pública, termina por empeorar la situación, tal como ocurrió con la "broma" respecto a hombres y mujeres que realizó en un acto de campaña en Linares, o el desafortunado comentario respecto al desayuno recibido al compararlo con las peripecias vividas por los niños del SENAME. A ello sume la poca capacidad de ordenar a su sector por las negociaciones y cupos parlamentarios. Las caras adustas y refunfuñantes dejaron al descubierto la pelotera de egos que impera en Chile Vamos, cuyo candidato no ha sido capaz de zanjar. Ante un panorama de estas características, no merecen gobernar.
La incompetencia
Por el lado de Alejandro Guillier, nos encontramos con un candidato que al igual que madame Bachelet, recoge toda clase de axiomas y sensibilidades que pululan en el progresismo, a saber: un mundo más igualitario, justo, acogedor, con justicia social y sin discriminación. El problema es que a la hora de concretizar estás buenas intenciones la respuesta es "sepa Moya" . Hace pocos días fijó una meta de un millón de empleos, sin saber cómo iba a lograr dicho cometido, así como tampoco ha contestado a la pregunta de si quiere o no una nueva constitución y de cómo lo pretende hacer. Fuera de todo lo anterior, ha tomado la costumbre de jugar al quita y pon, agregando y eliminando propuestas de su programa como una especie de checklist de cosas que hacer que dista mucho de la seriedad y la altura política que demanda la presidencia de la nación.
La mediocridad
Marco Enríquez-Ominami va por tercera vez. De profesión candidato presidencial, y de oficio orador, el hombre del Chile "de los libres" poco y nada ofrece de manera concreta, excepto una política de impuesto cero a las pymes, que a propósito viene con letra chica, y nada más. Lo demás -como se vió incluso en el debate de la ANP - se trata del resto...de la obra y los tropiezos de Bachelet, de Piñera cada dos líneas y en cada pregunta que le formulan, y porsupuesto todo acompañado de un gran sentido del espectáculo, jugando al rol del dios que interpela y cuestiona a sus pares como los responsables de los problemas que Chile enfrenta hoy cuando el formó parte de ese circulo como diputado, cuyo desempeño, a juicio de la opinión pública hoy no es de los mejores. Así entonces, el hombre auto definido siempre como un rebelde quema sus últimos cartuchos y probablemente lo veremos nuevamente en esta contienda intentando lograr su cometido.
Mientras tanto, las personas ven amenazadas sus libertades individuales, sus posibilidades de surgir cada vez más reducidas, los servicios públicos cada vez más precarizados, las regiones más postergadas, la educación con resultados paupérrimos, los servicios estatales cada vez más deficientes, y sus líderes políticos cada vez más enquistados en la otridad. Frente a esto no queda más que reafirmar la convicción de ser los dueños de nuestro propio proyecto de vida mientras ellos nos hablan de un país de grandes mayorías, acaso el más infantil gesto que manifiestan, como si el carácter de mayoría de una idea la convirtiera automáticamente en la mejor solución a un conflicto cuando la historia ha demostrado justamente lo contrario.
Si algún día usted vuelve a escuchar a un político hablar de mayorías y ciudadanía, no olvide esta hermosa frase de Mark Twain :"cada vez que usted se encuentre del lado de la mayoría, es momento de hacer una pausa y reflexionar."
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