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Impuesto es Robo: Parte II y final

  • No olvidemos nunca esta verdad fundamental: el estado no tiene más dinero que el dinero que las personas ganan por sí mismas y para sí mismas. Si el Estado quiere gastar más dinero, sólo puede hacerlo endeudando tus ahorros o aumentando tus impuestos. No es correcto pensar que alguien lo pagará. Ese “alguien” eres “tú”. No hay “dinero público”, sólo hay “dinero de los contribuyentes”.

   Las palabras anteriores corresponden al discurso exacto que la desaparecida primer ministro británica Margaret Thatcher promovió durante su liderazgo, y reflejan de manera contundente el verdadero secreto del progreso, prosperidad y desarrollo de una nación. Dicho secreto consiste en asumir que los seres humanos merecen y necesitan de la mayor cantidad de espacios de libertad posible para expresarse, comerciar, intercambiar bienes y servicios, educarse, trabajar y desarrollarse. 

    Lamentablemente, y como en toda la historia de la humanidad, siempre han habido quienes, en razón de "principios humanitarios" buscan incesantemente tomar parte del producto del progreso de otros con el real interés de satisfacer proyectos y asuntos propios.

     Los impuestos son, justamente, el mecanismo más directo y seguro que los gobiernos poseen para hacerse del producto del trabajo de sus pobladores. Dicho mecanismo está amparado en la judicatura de cada nación, y toda aquella persona natural o jurídica que rehúse llevar a cabo el proceso de tributo al gobierno de turno, podría incluso recibir una sanción de carácter penal. Para entender las vertientes que respaldan o rechazan esta captura estatal, habría que analizar las concepciones de estado que cada una de ellas conciben.

       Quienes entendemos un impuesto como un acto negativo de imposición de quienes ostentan el poder político y, por ende, regresivo y contrario al libre progreso de cada persona, sustentamos la tesis de que el estado es nada más y nada menos que la organización de los medios políticos, y cuyos ejes son dirigidos y ejecutados por seres humanos de carne y hueso que, como todos, tienden a la búsqueda del interés propio por sobre le interés general. Como resultado de aquello, se termina por consumar -como decía el profesor Murray Rothbard- la sistematización de un sistema predatorio sobre un territorio determinado. Por otra parte, esos seres humanos que controlan el estado, naturalmente que esperan perpetuar su cosmovisión política en el poder, y para ello no sólo aseguran el sustento económico, si no que además, deben preparar el asalto al poder total por medio de la resignación pasiva de sus gobernados en términos políticos, y empleando la coacción como modus operandi al momento de cimentar con mayor profundidad sus propósitos.

Un acto de solidaridad?

    Quienes se ubican en la visión opuesta sostienen que el estado somos todos, por ende, todo lo que concierne a la comunidad que pertenece a dicho estado debe realizarse, discutirse y organizarse a la vista de todos. Esta falacia es la que ha brindado mayor sustento a la violencia gubernamental. Si el estado somos todos, entonces todo lo que un gobierno pueda realizar a alguien es no sólo justo, sino también voluntario y aceptado por la persona que está involucrada, y ya vemos que, en la realidad, cuando un estado intenta amparar a todo un pueblo bajo su manto de distribución igualitaria de bienes y dádivas, lo que ocurre es que finalmente se trata de manera desigual frente a la ley a unos por sobre otros. Gravar a un sector de la población - por muchos recursos que éste tenga - para beneficiar a otro es el primer y más repudiable acto de desigualdad que se pueda cometer. Así mismo, se propaga la idea de que el pago de impuestos es un acto de solidaridad con el prójimo y/o los más desposeídos, aquellos que no tienen el dinero para acceder a una educación de calidad o no pueden financiar un tratamiento. 

    Pensar que el estado será más eficiente y solidario que la sociedad civil es simplemente alimentar una esperanza perdida que jamás se ha concretado. Milton Friedman diseñó una matriz de gastos que refleja a la perfección la realidad de hoy en esta área. En resumen, dicha matriz establece que cada individuo o colectivo que gasta dinero propio o ajeno en intereses propios siempre tenderá a buscar el mayor valor e interés para sí. Por el contrario, cuando ese dinero se gasta en un tercero, sin importar si es propio o no, jamás se busca entregar el mayor valor e interés en el otro. esto último es lo que ocurre con los estados y que termina por socavar la dignidad de las personas, especialmente de aquellas que tienen mayores dificultades de pararse sobre sus propios pies.

  Un ejemplo que deja palmariamente demostrado este escenario es el de la Teletón. Dicha institución -nacida a fines de 1978 como continuadora de la corporación pro ayuda al niño lisiado- ha financiado decenas de miles de tratamientos, cirugías y rehabilitaciones de miles de niños y jóvenes de todo el territorio chileno con aportes voluntarios de empresarios, trabajadores y la sociedad civil. Actualmente cuenta con 14 centros que siguen acogiendo a muchas familias que no sólo ven a sus hijos mejorar su calidad de vida, sino además re-insertarse en la sociedad en el ámbito laboral, deportivo y social. 

  En contraste, el estado coopta dinero ajeno, amalgama cifras brutales de recursos, y el gasto de dichos dineros se ha destinado principalmente a la contratación de más funcionarios al aparato estatal, compra de millones de vacunas que terminan vencidas en la Central Nacional de Abastecimiento (CENABAST), subsidios por "mejoramiento o cumplimiento de gestión" a funcionarios que abandonan a sus pacientes, que olvidan alimentarlos cuando éstos no pueden hacerlo por sí mismos, que dadas sus negligencias terminan con la vida de los usuarios. La gama suma y sigue en otras áreas como educación; donde se extraen recursos de la educación primaria para financiar la educación superior - que es donde están los votos -; transporte, donde se inyectan fondos al fracasado transporte público de la capital con dineros del transporte privado de regiones, etc.

   De continuar caminando bajo la senda de aceptar la existencia e incremento de nuestras cargas tributarias, sólo nos queda asumir una tarea: la de defender con coraje su disminución a sus niveles más extremos, con objeto de llevar a un país a un verdadero umbral de desarrollo, basado en la colaboración pacífica de sus individuos, y lejos de tragedias políticas como las vividas por Venezuela, Cuba o Corea del Norte, que han vivido en carne propia el robo descarado de sus autoridades cosechando igualdad en la miseria, saqueos, falta de seguridad, servicios, y esperanza entre sus habitantes mientras sus líderes, siempre tan populistas y carismáticos, se enriquecen y eternizan a costa de sus compatriotas.

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